Estados Unidos vive una nueva escalada en su guerra comercial bajo la administración del presidente Donald Trump, quien ha anunciado una serie de aranceles históricos y ha reavivado un polémico debate sobre la viabilidad de reemplazar el impuesto sobre la renta con ingresos provenientes de tarifas aduaneras.
Trump y la ofensiva arancelaria: un muro económico al mundo
En las últimas semanas, Trump firmó órdenes ejecutivas que establecen un arancel global del 10% sobre todas las importaciones a Estados Unidos, con incrementos de hasta el 50% para países considerados como socios comerciales desleales, incluidos China, la Unión Europea, México y Canadá. El mandatario justificó la medida como un acto de defensa nacional, argumentando que los déficits comerciales crónicos amenazan la economía estadounidense y que es momento de “levantar un muro” a las importaciones extranjeras.
Trump ha impuesto aranceles del 25% a productos clave como el acero y el aluminio, y ha extendido la política a sectores como el automotriz, agrícola, tecnológico y farmacéutico. El presidente sostiene que estas acciones harán a Estados Unidos “más rico que ningún otro país” y prometió apoyo directo a los agricultores y ganaderos estadounidenses, sectores que han sufrido represalias de sus principales mercados de exportación.
La propuesta de eliminar el impuesto sobre la renta: ¿realidad o utopía?
Inspirado en el modelo fiscal estadounidense previo a 1913, cuando los aranceles representaban la principal fuente de ingresos federales, Trump ha sugerido que su política arancelaria podría llegar a sustituir al impuesto sobre la renta. “En los viejos tiempos, éramos el país más rico gracias a los aranceles”, afirmó Trump, evocando la era previa a la ratificación de la 16ª Enmienda.
Sin embargo, la comunidad económica y expertos tributarios han respondido con escepticismo. Analistas del Tax Foundation y de la Cato Institute señalan que la propuesta es matemáticamente inviable: en 2024, los aranceles representaron apenas el 1.7% de los ingresos federales, mientras que el impuesto sobre la renta aportó cerca del 50%. Para igualar la recaudación actual, Estados Unidos tendría que imponer tarifas del 70% a todas las importaciones, lo que provocaría una caída drástica en el comercio internacional y un aumento significativo en los precios para los consumidores estadounidenses.
Impacto en el agro y tensiones internas
El endurecimiento arancelario ha golpeado especialmente al sector agrícola estadounidense, que enfrenta represalias comerciales y la pérdida de mercados clave en el extranjero. Ante este escenario, la administración Trump ha iniciado conversaciones sobre posibles paquetes de ayuda o “bailouts” para los agricultores afectados, buscando mitigar el impacto de la guerra comercial en estados rurales estratégicos.
Perspectivas y riesgos
Mientras Trump insiste en que su política traerá prosperidad y fortalecerá la industria nacional, economistas advierten sobre el riesgo de recesión, el encarecimiento de bienes básicos y la erosión de la competitividad global de Estados Unidos. La estrategia arancelaria, lejos de ser un simple instrumento recaudatorio, se ha convertido en el eje de una batalla política y económica que redefine el papel de EE.UU. en el comercio mundial.
En palabras de un analista consultado por El País:
“La Casa Blanca ha declarado la mayor andanada de su guerra comercial, que aumenta el riesgo de recesión en EE UU. Todo el mundo espera en vilo el nuevo movimiento, empezando por los principales socios comerciales de Estados Unidos”.
La incertidumbre reina en los mercados y en la vida cotidiana de millones de estadounidenses, mientras el país experimenta un giro radical en su política fiscal y comercial, cuyos efectos a largo plazo aún están por verse.